La globalización económica y política En el comercio y las finanzas, el período posterior a la Segunda Guerra Mundial se definió con la creación y el funcionamiento del Orden Económico Internacional Liberal
El período posterior a la Segunda Guerra Mundial se definió con la creación y el funcionamiento del Orden Económico Internacional Liberal, que hoy parece adentrarse en un período de gran incertidumbre. Este artículo, centrado en el comercio internacional, pretende identificar las fuentes de los cambios fundamentales que tienen lugar en las principales economías alineadas con este orden (la transición de una economía industrial a una postindustrial y la globalización de las estructuras de producción), así como de las transformaciones en sus fundamentos políticos: en el ámbito nacional, el surgimiento del populismo antiglobalización y, en el ámbito internacional, el surgimiento de China como superpotencia mundial.
Alrededor de setenta años después de la creación, expansión y consolidación de un orden económico liberal internacional (PELI), parece que estamos entrando en un período de gran incertidumbre sobre el futuro de ese sistema. La Ronda o Agenda de Doha para el Desarrollo no está más cerca de su conclusión de lo que lo estaba en noviembre de 2001 (cuando se produjo la declaración ministerial de Doha); dos importantes acuerdos regionales que buscan una mayor integración económica parecen estar en un punto muerto, el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (conocido como TTIP, por sus siglas en inglés) y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TTP, por sus siglas en inglés), y puede que lo más sorprendente de todo sea que el Reino Unido ha iniciado un proceso que podría desembocar en su salida de la Unión Europea (algo que quizá haya socavado la unidad del país). A estos acontecimientos se los ha relacionado, de una forma u otra, con el auge del populismo antiglobalización en casi todos los países avanzados del PELI. No está nada claro que dichos sucesos constituyan un cambio fundamental en la dinámica subyacente de la globalización, ni tampoco si los eventos económicos y políticos guardan una relación superficial, pero la existencia de estos vínculos es lo bastante verosímil como para que valga la pena prestarles más atención.
Como consecuencia de la destrucción durante la conflagración y la reconstrucción de posguerra mediante el acercamiento a la frontera tecnológica (fundamentalmente estadounidense), los programas de aranceles de las economías avanzadas ya no estaban íntimamente relacionados con sus fundamentos económicos y sus economías políticas. Esto significó que reducir los aranceles podría ser relativamente fácil. Sin embargo, el dominio de las élites prebélicas y sus actitudes políticas proteccionistas implican que este sencillo paso no era tan fácil de dar. El problema fue superado de dos formas.
Quizá lo más importante era que las políticas comerciales estaban relacionadas con la política exterior de la Guerra Fría, lo cual permitió que dichas políticas fueran gestionadas como una tarea tecnocrática asociada con el papel del Estado en materia de política exterior, y no como parte de las políticas públicas de una democracia electiva.
Una de las claves para la liberalización tras la guerra fue la aceptación generalizada de la política comercial como un componente de la política exterior de la Guerra Fría (Nelson, 1989). Es decir, junto con el respaldo a una mayor integración en Europa y la creación de un PELI general (basado en las instituciones de Bretton Woods y en el GATT) fue considerado fundamentalmente política, y no fundamentalmente económica. Como tal, en el plano interno de Estados Unidos, quedó en manos del Ejecutivo y fue tratada como una política tecnocrática, y no como parte de la pugna entre partidos. Además, en la Cámara de Representantes estadounidense la legislación comercial fue gestionada por el Comité de Formas y Medios, que en esa época estaba dominado por centristas. La combinación de un comercio cada vez más liberalizado y el fuerte desarrollo económico de la «era dorada» de la posguerra condujo a que las élites políticas aceptaran ampliamente los argumentos económicos, además de los políticos, en favor de la libertad de comercio